por Diego Rodríguez
SEMINCI 2016:
ENFERMA TERMINAL
¿Es posible jubilarse y trabajar a la vez como director de Seminci?
Esta es la gran pregunta de esta edición del festival de cine de Valladolid.
En la larga lista de desmanes del anterior alcalde se encontraba escondida, agazapada, la inexistencia de un contrato reglamentado con Javier Angulo como director del festival.
Según fuentes del Patronato, Angulo estuvo percibiendo (durante al menos dos años) la remuneración propia a su cargo como director del festival a la par que ingresaba también su jubilación. Legalmente desconocemos el entramado necesario para llevar a cabo este desatino, pero éticamente es, como poco, reprobable.
¿Esta situación por qué no es de dominio público? ¿Dónde están los medios locales de prensa escrita? ¿El Norte de Castilla…? Ni esta, ni se le espera…
Dejando a un lado este tema espinoso entramos a valorar la sección oficial del certamen.
Según el criterio de Angulo para ser el segundo festival de España e intentar competir con el primero (San Sebastián) se deberán reunir las siguientes condiciones:
-Conseguir que todas las películas a concurso ya hayan estado en otros festivales y sobretodo, que hayan ganado algún premio. Con esta selección tan simple, uno se quita de en medio a todos los críticos nacionales e internacionales más importantes de los medios de comunicación, revistas especializadas y páginas de Internet, que como ya las han visionado, no hace falta que vengan a Valladolid.
-La sección oficial del certamen la elige el director en persona. Tener un equipo unido y con la confianza suficiente no mola nada. El trabajo de ir a todos los festivales que se puedan para buscar películas que se proyectan en ciclos secundarios que nadie ve y que puedan ser el descubrimiento de verdaderas joyas fílmicas es irrelevante. ¿Para qué vamos a descubrir nuevos talentos si tenemos a Deepha Metha y Goran Paskaljevic?
Un Festival ha de asumir su propio compromiso cultural, y recordar los criterios y las inquietudes que lo han definido a través de la historia. La justificación de la SEMINCI para existir, siempre ha sido la necesidad de descubrir a nuevos autores que aporten un lenguaje fílmico inédito y/o cuya temática refleje la realidad social de diferentes culturas y estamentos sociales. Un cine, por tanto, lleno de reflexiones teóricas, sociales, políticas y culturales.
Siguiendo esta línea argumental los ciclos y/o retrospectivas nos ayudan a profundizar en el conocimiento del medio fílmico, y nos ofrecen un punto de vista singular al margen del mercado comercial.
Pero como esto es la SEMINCI y toca innovar, ignoramos todo lo que hemos dicho anteriormente y no nos vamos a preocupar por hacer buenos ciclos o retrospectivas. Al fin y al cabo, el público casi no va a verlos; las salas están medio vacías, así que para qué. Pongamos un ciclo de cine Chileno y en vez de traer una muestra del cine realmente magnífico que se está rodando en el país andino proyectamos filmes comerciales y convencionales ya vistos y estrenados en salas.
Y si dedicamos un ciclo a un director de prestigio como Linklater que menos que invitarle a visitar Valladolid y editar un libro a la altura de dicho prestigio…pues no, a Valladolid no viene el norteamericano (no sabemos la razón) y el libro editado no deja de ser un estudio de su cine ya leído una y mil veces (¿dónde están esos grandes libros de Seminci repletos de jugosas entrevistas con el director?).
Hace tiempo que el festival riguroso y austero de Fernando Lara muto a un Festival donde priman el papel couché, y la foto con el famoso!!!!. (Es que si fuese sólo por el cine, no saldríamos en el telediario de RTVE).
PALMARÉS
Este año el jurado como dice acertadamente Pumares no se equivocó…es que nunca acierta!!
La Pazza Gioia (Locas de alegría), de Paolo Virzì, ha ganado la Espiga de Oro de la 61ª Semana Internacional de Cine de Valladolid. La película ha obtenido también el galardón a la Mejor Actriz, ex aequo, para sus dos protagonistas, Valeria Bruni-Tedeschi y Micaela Ramazzotti, y el Premio del Público, que organiza el diario El Norte de Castilla.
La Pazza Gioia, coproducción entre Italia y Francia, es la undécima película del realizador y guionista italiano Paolo Virzì, sobre la impredecible amistad de dos mujeres, ambas pacientes en una institución mental, que huyen juntas para evitar el tratamiento al que deben someterse y arreglar asuntos pendientes.
El film italiano de Virzi es una especie de Thelma & Louise en versión italiana. Con una trama cerrada y la típica subordinación de los sistemas espacio-temporales a la lógica narrativa la película es un claro ejemplo de cine clásico, amable con el espectador y bastante alejado del cine de “autor” que se supone muestra el festival. Una espiga de oro que dentro de unos años nadie recordará.
La Espiga de Plata ha recaído en El ciudadano ilustre, de Mariano Cohn y Gastón Duprat, que también han obtenido el Premio “Miguel Delibes” al Mejor Guión para Andrés Duprat. En la producción argentino-española El ciudadano ilustre, un escritor argentino Premio Nobel de Literatura residente en España, regresa a su pueblo natal, Salas, que dejó tres décadas atrás, para recibir la medalla de Ciudadano Ilustre.
La película argentina es un claro ejemplo de cine tramposo. El guión premiado como el mejor de la edición esta lleno de “clichés” y personajes planos. Adornado con un cierto aire intelectual que gusta mucho a las personas “cultas” el film nos vende “gato por liebre” durante todo el metraje. El epílogo final con el protagonista mirando a cámara emplazándonos a admirar su estrategia narrativa e ironía es realmente bochornoso.
El Premio “Ribera del Duero” al Mejor Director ha sido para Anna Muylaert por Mae só há uma (Madre sólo hay una). La película brasileña también ha obtenido el Premio al Mejor Actor para Naomi Nero. Mae só há uma es el quinto largometraje de la directora y guionista brasileña Anna Muylaert. El protagonista es un joven estudiante que vive con su madre soltera y su hermana, y un día descubre que fue robado al nacer.
A su vez, la película Les Innocentes, de Anne Fontaine, ha recibido el Premio de la Crítica Internacional, otorgado por el jurado FIPRESCI. Este premio se supone que debe ser para una película rompedora en las formas y narrativamente audaz. El film de Anne Fontaine no lo es.
Esta edición el premio Fipresci lo podría haber ganado “El rey de los belgas”. La película belga es una de las pocas películas honestas de esta edición. Divertida, ágil narrativamente, políticamente incorrecta (se atreve a defender la monarquía) el film de Peter Brosens y Jessica Woodworth es una especie de Mockumentary en tono de road Movie. De lo mejor que hemos visto este año.
Y por último la gran olvidada del palmarés y la mejor película en la sección oficial del festival. Forushande (The salesman) de Asghar Farhadi.
El film iraní parte de un guión milimétrico alrededor de una idea: la humillación del hombre. En la sociedad iraní la mujer no tiene peso alguno, es un apéndice del hombre.
La película para ser más incisiva nos muestra a una pareja moderna, alejada de la religión y de profesiones liberales. Pero todas las máscaras se caen al sufrir la esposa una agresión de índole sexual. El marido, una persona racional y afable, poco a poco se va consumiendo por una rabia irracional, la humillación ante los ojos de los demás por el hecho de que “su mujer” haya sido agredida y el no haga nada para vengarse poco a poco le consume. Encuentra al culpable y el “macho” debe actuar, su propiedad ha sido ultrajada. La esposa (víctima siempre) se convierte ahora en la parte racional.
El film juega brillantemente con un montaje en paralelo de la obra de Arthur Miller “Muerte de un viajante”, y las escenas de una y otra obra se van alternando hasta llegar a un magistral epílogo de habitaciones de luces apagadas y rostros mudos y aislados. Brillante en todos los aspectos, una de las mejores películas que han pasado por el festival en los últimos años.
seminci
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